Hacía muchos años que la anciana
sabia viajaba por los mundos, por eso no se sorprendió cuando veía a su nieta
pequeña quedarse en silencio mirando al vacío, como si viera lo que los otros
no ven. Cuando la niña creció, un día desapareció en el bosque y la buscaron
mucho tiempo, hasta que dieron con ella en la espesura: parecía un animal
salvaje y herido, parecía muerta. Su abuela le devolvió la salud, pero todos
sabían que había muerto, que había vuelto de la muerte, que había viajado por
los mundos, aunque ella no contara que había venido a buscarla su
marido-espíritu, que la llevó al lugar más profundo de la tierra, donde los
demonios le habían cortado la carne a tiras, hasta dejarla en los huesos, y
después le habían arrancado los huesos y contado uno a uno. Ella se quedó
mirando sus huesos, y entonces los demonios fabricaron huesos nuevos, los
juntaron y pusieron sobre ellos carne nueva, y ella se dio cuenta de que podía
volar, y salió volando por el agujero del centro del mundo, y subió y subió por
una escalera de siete peldaños, que no era una escalera sino el árbol del
centro del mundo, de cuyas ramas un día nacieron todos los seres, personas,
animales, plantas, espíritus, y también las aguas, y el cielo y las estrellas.
Por eso este árbol es también llamado la Madre del Cielo, y es así como se
llama a la luna, de quien también se dice que es la madre de todo.
En este
viaje ella fue pájaro y tenía alas y plumas, pero después fue reno y tenía
astas; comprendió que ese reno era la Madre de los Animales, que hablaba con
ella. Los demonios también le habían vuelto los ojos hacia adentro, y sintió
una luz que la llenaba: ahora toda ella estaba llena de ojos por dentro y por
fuera, veía todo lo que pasaba cerca y lejos, lo que había sucedido antes y lo
que sucedería después.
Cuando se recuperó de sus heridas,
dio a luz una niña, y todos sabían que era una niña-espíritu, pero ella no dejó
que su padre se la llevara al mundo de abajo, prefirió entregársela a su
hermana adoptiva para que ésta la criara como a hija suya, y así la niña podría
crecer en este mundo (tiempo llegaría en que tendría que encontrar su propio
camino). Más tarde se casó y tuvo otros hijos en este mundo.
De su abuela sabia
aprendió las canciones que curan, pero usó poco de las medicinas que se
encuentran en las plantas y las piedras. La gente venía a buscarla para
preguntarle por lo que necesitaban saber, por lo que les inquietaba. Entonces
ella ataba hilos rojos a los árboles que la conducían por sus ramas y raíces a
los mundos de arriba o de abajo, o cantaba hasta que personas-espíritu hablaban
por su voz y respondían a las preguntas, a veces muchas a la vez, sus voces
resonando por toda la tienda. En tiempo de hambre hablaba con la Madre de los
Animales y guiaba a los rebaños de renos, y sabía reconocer entre ellos los que
debían consagrarse. En su honor había dibujado renos sobre la piel de su
tambor, y su vestido ritual estaba hecho de la piel y las astas de un reno que
la Madre había entregado a sus flechas.
A veces su cuerpo se calentaba tanto
que podía coger con sus manos los leños encendidos sin quemarse, e incluso
comerlos; a veces se enfriaba tanto que su piel se volvía gris y dura como la
de un muerto, y se parecía a uno de aquellos que se llevan a la Casa de
Muertos. Cuando le traían un enfermo, enseguida reconocía a aquel a quien
habían robado el alma; entonces iba de viaje en el caballo-espíritu de ocho
patas, volaba hasta la montaña del centro del mundo y por dentro de su cima
bajaba hasta el río de fuego y lo atravesaba por el puente de la espada, delgado
como un cabello, afilado como una cuchilla, el que los justos pueden atravesar
pero del que caen los malvados; sus pies y sus manos sangraban, pero ella no
notaba nada. Cuando encontraba el alma escapada, la metía en su saco y rehacía
el camino hasta la tienda de ceremonias, donde se la metía al enfermo por los
pies. Pero a veces, si el alma había comido los manjares de los difuntos, tenía
que volver sin ella y el enfermo moría.
También acompañaba a los difuntos por
ese mismo camino que ella había hecho tantas veces, y siempre sabía que quizá
un día no volvería, que su marido-espíritu la convencería para que se quedase
con él, pero entonces pensaba en la hija de ambos y deseaba que viviera en el
mundo de los vivos durante muchos años y que tuviera hijos allí. Deseaba
enseñarle las canciones que curan, a reconocer los renos que deben consagrarse,
a subir por los peldaños del tronco del árbol del centro del mundo hasta las
ramas donde anidan las almas de los niños por nacer…
Lectura muy
recomendada: El chamanismo y las técnicas
arcaicas del éxtasis- Mircea Eliade (1951). Fondo de Cultura Económica,
2003.
Comentarios
Muy interesante el libro sobre la visión universal del chamanismo de Eliade.
El tema del chamanismo sobre el que tanto escribiera el gran historiador de las religiones ocupa un lugar destacado en su otra obra "Nacimiento y renacimiento". Lo ojeo y veo que en el capítulo tres también habla sobre el significado de los diferentes ritos iniciáticos tribales, entre ellos, y de forma significativa, los de pubertad dirigidos a las muchachas así como los realizados en los diferentes grados de iniciación femenina.
He encontrado “Nacimiento y renacimiento” por internet y lo estoy leyendo. Todos los libros de Eliade son ampliaciones o resúmenes unos de otros, de manera que reconozco muchas de las cosas que se dicen sobre la iniciación de los chamanes. Por ahora voy encadenando sus lecturas, veamos por dónde continuo.
h.
És una versió italiana del text originari en danès. Fins on sé, no n'hi ha cap altra traducció, ni en anglés: "Il mio passato eschimese: memorie di uno sciamano della Groenlandia", per Georg Qúpersimân; a cura di Otto Sandgreen.
El més trist és que la tradició xamànica inuit ja està desapareguda. Tot el que queda és arqueologia.
h.