Tres
cuadrados concéntricos unidos por líneas que cruzan cada lado: este
diseño básico es un tablero de juego pero también es mucho más.
Aparece grabado sobre losas perdidas entre las ruinas, y también en
lápidas, así como en muros de iglesias, a lo largo de todo el
Mediterráneo, pero también por toda Europa y hasta oriente. Entra
en la historia hacia la época en que se extendía el Imperio Romano,
y parece que alcanzó toda su zona de influencia, por los territorios
a los que alcanzaba su comercio. Los tableros grabados en piedra son
difíciles de datar, porque es posible que no sean de la misma época
en que se levantaron los edificios en los que aparecen, lo que ha
llevado a muchas especulaciones sobre su antigüedad. Tampoco se
puede saber en qué dirección viajaban los juegos, si de occidente a
oriente o viceversa, pero no se debe menospreciar la velocidad con la
que se contagian estas invenciones: mientras los naipes o el ajedrez
llegaban de oriente, quizá este juego se cruzaba en su camino hacia
allá...
Los
tableros no siempre siguen exactamente este diseño; varía el número
de cuadrados y la cantidad de intersecciones que los cruzan. Puede
decirse que el diseño pertenece a una amplia familia de trazados
cuadrangulares, pero su estructura básica permanece reconocible.
Los
romanos llamaron a los juegos que se practicaban sobre tableros
cuadriculados merellus, que
es una simple referencia a un “juego con fichas”. De ese nombre
parecen proceder los que se utilizan en las diversas lenguas: en
inglés es nine men's morris,
y se discute si ese morris
hace referencia a la danza popular inglesa o al nombre latino;
también se le llama Mill,
es decir, “molino”, nombre que recibe en castellano. A veces
también se le llama alquerque de nueve,
aunque el alquerque realmente es el juego de damas; antes de que se
practicaran sobre el tablero de ajedrez, las damas se jugaban sobre
una parrilla en que las fichas se colocaban en las intersecciones y
se movían por las líneas (por cierto, el nombre alquerque
proviene de la versión árabe del juego, al qirq).
En otros idiomas se usan variantes de mills, merells,
marro de nou en
catalán, jeu du moulin
en francés...
En el Libro del axedrez, dados e tablas de Alfonso X el Sabio
En esta imagen como en la que abre el texto, los marginalia del manuscrito del Romance de Alexandre que se encuentra en la Bodleian Library están llenos de personajes entregados a toda clase de juegos. No podía faltar el Mill.
Lo
que es seguro es que su significado religioso, fuera el que fuera, se
adaptó a las diferentes culturas y se hizo un hueco en la Europa
cristiana. El cuadrado simbólicamente representa la tierra, y por
extensión el mundo: las cuatro direcciones, las cuatro estaciones,
los cuatro vientos, etc. Es la misma idea representada en los
mandalas, en que el cuadrado se combina con el círculo, que
simboliza el cielo. El cuadrado también es un recinto, la forma
ideal de la ciudad o de la casa, desde el pomerium
romano a la Jerusalén celeste, con sus tres puertas en cada
lado que suman un total de doce. En versión tridimensional puede ser un zigurat, en que los
tres niveles se superponen y el centro es al mismo tiempo la cúspide.
Este diseño puede verse como un laberinto cuadrangular, en el que un
camino hacia el centro pasa por diferentes encrucijadas (que son
también cruces). Muchos diseños incluyen un punto grabado en el
centro, lo que parece resaltar su importancia. René Guenon también
comentó este diseño, al que llamó triple recinto,
viéndolo como la representación de un templo o lugar sagrado,
aunque a mí sus teorías me parecen algo superficiales. La cuestión
es que los tableros grabados en paredes no son evidentemente para
jugar. Tienen una utilidad simbólica cuyo valor sólo conocían
aquellos que los colocaron allí.
Diseño situado en un muro de la iglesia
románica de San Pedro de Tejada, Burgos.
Esta imagen y la anterior proceden de los blogs Juegos de tableros romanos y medievales y Laberinto Románico
Esta losa se halló en el Nevern Castle de Gales.
Precioso tablero plegable del siglo XVI que, aparte del molino, incluye un tablero de ajedrez y uno de backgammon detrás. Procede de Alemania y ahora se encuentra en el Victoria and Albert Museum.
No
he dicho gran cosa sobre el juego, que es una variante extendida del
tres en raya, en que dos jugadores emplean nueve fichas cada uno (la
cantidad puede variar según el trazado del tablero). Las reglas del
juego se pueden encontrar en internet para quien esté interesado,
pero en mi caso debo decir que, a diferencia de otros juegos que he
tratado anteriormente en esta serie y que nunca me canso de jugar,
como el parchís y la oca, el molino me deja indiferente, y
me interesa mucho más el diseño que el juego. Es que tengo la
sensación de que, después de todo lo dicho, y a pesar de toda la
magia del tres, ir alineando fichas por el tablero me parece que
desaprovecha totalmente las sugerencias espaciales de este triple
recinto. Por eso ideé un juego propio para este tablero, sin duda
muy soso desde el punto de vista lúdico, pero que incluye los
ingredientes que más me interesan: los dados y el recorrido. Juego
con cuatro fichas, las hago entrar a cada una por una “puerta” y
las hago circunvalar cada recinto y avanzar por los “pasillos”
hasta llegar al centro. Le llevo la contraria a dos mil y pico años
de historia, pero así tengo la sensación de que estoy más cerca de
descubrir el misterio.
Comentarios
Este tablero puede verse como se ha usado siempre, es decir, como un campo de batalla, en la versión de tres en raya, lo cual no tiene nada de malo. Pero yo prefiero verlo como un recorrido. Eso lo convertiría en una especie de parchís simplificado, y a mí me gusta mucho mucho más. Los peregrinajes como la Tabla de Cebes o la Oca son elementales y antiguos como el mundo. Espero poder hablar alguna vez de otros juegos de mesa interesantes.
h.