Entre finales del siglo VI y principios del IX, se realizaron en monasterios de Irlanda, Escocia y norte de Inglaterra una serie de manuscritos, generalmente copias de los evangelios, que han quedado como obras maestras del arte de la miniatura. Sobreviviendo a lo largo de los siglos, algunos de estos espectaculares libros han llegado hasta hoy para maravillarnos con su espectáculo de color y técnica. No puede compararse su decoración con ninguna anterior ni posterior: típicamente celtas, sus espirales entrelazadas desafían cualquier tipo de análisis. Quien dice espirales dice nudos, redes, series, cenefas, milimétricamente simétricas, con una lógica interna que se desborda sobre la página y sobrepasa todo entendimiento, toda capacidad de la vista o de la razón, hasta llevar al sobrecogimiento y a la perplejidad.
Sólo dos letras pueden llenar toda una página, como es el caso de X y P, iniciales del nombre en griego de Cristo (XPISTOS). En la página 34 del Libro de Kells estas dos letras se han elaborado hasta ser irreconocibles y se han transformado en un universo entrelazado tan complejo que recuerda a un fractal: por más que se acerque la vista, la complejidad permanece. Se han encontrado hasta 158 entrelazados en 2’5 centímetros cuadrados de superficie…
Hasta el día de hoy, esta clase de geometrías no se han podido reproducir a mano. Hace tiempo leí un artículo de La Vanguardia en que un monje de Monistrol de Montserrat, experto calígrafo, explicaba haber construido un mecanismo que puede reproducir “las complicadas espirales interconectadas concéntricas, triplicadas y de un diámetro inferior a un centímetro”. Pero sobre todo abruma pensar en las desconocidas manos que los llevaron a cabo hace trece siglos, en su paciencia, en su entrega, y más aún en el por qué: de qué visión, de qué alucinación, de qué elaboración mental pudieron surgir estas formas inimaginables, inconcebibles e imposibles. Necesitaría a un Borges para que se adentrara en esta maravillosa materia.
El mencionado Libro de Kells se encuentra ahora en la biblioteca del Trinity College de Dublín. El otro gran representante de este género, el Libro de los evangelios de Lindisfarne, está en la British Library. Para quien quiera darse el gusto de hojearlo como si lo tuviera entre las manos, su página web ofrece maravillosas posibilidades.
Sólo dos letras pueden llenar toda una página, como es el caso de X y P, iniciales del nombre en griego de Cristo (XPISTOS). En la página 34 del Libro de Kells estas dos letras se han elaborado hasta ser irreconocibles y se han transformado en un universo entrelazado tan complejo que recuerda a un fractal: por más que se acerque la vista, la complejidad permanece. Se han encontrado hasta 158 entrelazados en 2’5 centímetros cuadrados de superficie…
Hasta el día de hoy, esta clase de geometrías no se han podido reproducir a mano. Hace tiempo leí un artículo de La Vanguardia en que un monje de Monistrol de Montserrat, experto calígrafo, explicaba haber construido un mecanismo que puede reproducir “las complicadas espirales interconectadas concéntricas, triplicadas y de un diámetro inferior a un centímetro”. Pero sobre todo abruma pensar en las desconocidas manos que los llevaron a cabo hace trece siglos, en su paciencia, en su entrega, y más aún en el por qué: de qué visión, de qué alucinación, de qué elaboración mental pudieron surgir estas formas inimaginables, inconcebibles e imposibles. Necesitaría a un Borges para que se adentrara en esta maravillosa materia.
El mencionado Libro de Kells se encuentra ahora en la biblioteca del Trinity College de Dublín. El otro gran representante de este género, el Libro de los evangelios de Lindisfarne, está en la British Library. Para quien quiera darse el gusto de hojearlo como si lo tuviera entre las manos, su página web ofrece maravillosas posibilidades.
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