Sumi-e


Sumi (tinta); e (pintura). El arte de la pintura a tinta es uno de los caminos del zen japonés, como lo son la ceremonia del té, la lucha de espadas, el tiro con arco o la caligrafía, de la que el sumi-e es una variación. Estas disciplinas en apariencia tan diferentes, siguen el mismo método para conseguir el mismo propósito: el control de las molestas distracciones, el dominio de sí mismo y finalmente la liberación del talento interior, más auténtico, más perfecto y más feliz que cualquier cosa que se pueda conseguir con el intelecto.

Cualquiera de estos caminos exige una dedicación de años y una entrega total. Por supuesto, no se trata de llegar a ningún fin, porque el anhelo de un fin ya es un impedimento; lo importante es el camino. Se han de manejar los materiales, se han de ensayar las posturas. Repetir, repetir y repetir los ejercicios hasta que las extremidades pierdan su torpeza y se liberen de sus limitaciones. Cometer errores una y otra vez, y aprender a soportarlos. Así, con el tiempo, la mente se libera del deseo de éxito, la mano se convierte en un transmisor instantáneo de las emociones, y se olvidan todas las lecciones, técnicas y trucos. Entonces se alcanza la maestría.

La estética zen se basa en unos principios fijados durante siglos, pero que pueden resultar extraños a ojos occidentales:


-Fukinsei, asimetría. La perfección es presuntuosa y rígida, la asimetría es libre y respira.

-Kanso, austeridad. Es mucho más difícil trabajar con pocos elementos, pero el resultado es superior.

-Koko, la pátina. Las cosas viejas, maltratadas por el tiempo, son mucho más interesantes que las acabadas de hacer. Las cicatrices y huellas, las superficies gastadas, dicen mucho más y son más hermosas.

-Shizen, naturalidad. No hay mejor maestra que la naturaleza. En ella las cosas surgen espontáneamente y por eso son auténticas.

-Yuugen, profundidad. El arte no trata de apariencias. Si las formas no reflejan lo que llevan en el fondo, no transmiten nada. Hay una totalidad más allá de los detalles.

-Datsozoku, desapego. Las emociones inmediatas distorsionan el arte. Si se practica libremente prescindiendo del resultado, se abre el canal para que el talento auténtico pueda expresarse.
-Seiyaku, serenidad. Es el resultado de lo anterior. Con la mente como un estanque quieto, la piedra lanzada producirá ondas perfectas.

Por último, hay un elemento esencial en el arte zen: el vacío (ku). No sólo constituye la capacidad creativa de la mente, sino que es el protagonista de la pintura. El vacío (yohaku) es el papel en blanco, en el que los trazos negros muestran lo visible, abarcando el aire y el espacio sin el cual no podrían manifestarse.

Los materiales reciben el nombre de Los Cuatro Tesoros del Erudito (Bunbou Shishou), y son:

Sumi-la tinta: en forma de barra, la tinta negra se deshace en agua para formar una gama infinita de grises, que sustituyen los colores. La tinta tiene una cualidad acuática, fluye por el papel y deja un rastro como una corriente.
Suzuri-el tintero: tiene una parte elevada, oka (colina), donde se frota la barra de tinta, y otra profunda, umi (océano), donde se recoge. Los mejores son de piedra y su superficie es ligeramente rugosa para moler las partículas de tinta de forma adecuada. Su tacto y el sonido que produce son sus mejores cualidades. Como el lecho del río, tiene la cualidad de la piedra.

Fude-el pincel: hay diferentes modelos, pero con uno basta, tanto para las líneas gruesas como para las finas, si se sabe manejar la presión, la velocidad y el grado de humedad. Sujetándolo verticalmente al papel o con una inclinación de 45º, no se han de mover los dedos ni la muñeca: todo el movimiento debe venir del hombro y del codo. Suele ser grande y estar hecho con pelos de animales. La suavidad con la que acaricia el papel le hace parecer un ser vivo. Los antiguos maestros hacían un funeral para sus pinceles viejos y los incineraban en los templos.

Kami-el papel: suele ser el famoso papel artesanal japonés, el washi. Son esenciales su absorbencia, su textura, la forma en que reacciona al recibir la tinta. Las fibras del arroz o de las plantas que se dejan entrever en él recuerdan su origen vegetal.

En el manual de pintura chino “El jardín de la semilla de mostaza”, que llegó a Japón en el siglo XVII, se establecían cuatro elementos naturales para seguir un aprendizaje completo del sumi-e. Se les llamó Los Cuatro Honorables Caballeros (Shikunshi) y se debían aprender por este orden:
-Ran, la orquídea silvestre. Está compuesta de trazos espontáneos y sueltos. Hojas delgadas y flores de diminutos pétalos.

-Také, el bambú. Para dibujarlo son necesarios movimientos enérgicos. Cañas gruesas con secciones muy marcadas, hojas que se abren como abanicos.

-Ume, el ciruelo florido. Es un tronco nudoso en que se utilizan técnicas de aguada para darle textura. De él brotan flores delicadas hechas con pinceladas muy suaves.

-Kiku, el crisantemo. Es la flor japonesa por excelencia y para pintarla se requiere conocer todas las técnicas anteriores.
La naturaleza ha sido siempre un elemento muy importante de la cultura japonesa. Aún hoy en día, hay parques enormes en las grandes ciudades, y allí donde se acaban los edificios, empiezan los bosques. En el sumi-e no se trata de ir a copiar los paisajes o las plantas. Se ha de interiorizar el espíritu de aquello que se pinta, para que salga por sí mismo en el momento de coger el pincel. De todas formas, no es necesario tener un modelo real. Nada hay más cercano al arte abstracto que estos trazos negros sobre un papel. Tengo una edición del Tao Te King en que cada verso está caligrafiado y acompañado de una ilustración en tinta: manchas, brochazos, gotas que se escurren del papel. Algunas me han hecho llorar, aún más que las palabras. Quien las trazó, en un estado de quietud y concentración, suavemente dejó escapar sus emociones, y gracias a ello han llegado hasta mí. La pintura está llena de vida.
-Información extraída y libremente interpretada de: "Pintura zen, método y arte del Sumi-e"-Mª Eugenia Manrique. Kairós, 2006.

Sólo los grandes autores son dignos de plagio

Comentarios

tula ha dicho que…
Japón, Japón..
Descubrí no hace mucho el Gyotaku japonés, y ya hice alguno, son fantásticos y sus ideas artísticas también.
Estoy investigando sus papeles, tintas, pinceles....y me pierdo.
un beso.
hiniare ha dicho que…
Hola! Y yo que pensaba que conocía la cultura japonesa, y gracias a tu comentario he descubierto el Gyotaku. ¡Estos japoneses son geniales, pintan con peces! He buscado imágenes por internet y son preciosas. Como la que ilustra tu entrada "Wabi sabi". Espero que le dediques un comentario más extenso al tema y compartas tus experiencias, ¡me encantaría conocerlo!
Un saludo,
h.
Alyebard ha dicho que…
magnífica entrada! Jo vaig tenir una temporada sumi-e :D
hiniare ha dicho que…
I n'han quedat testimonis? Es poden veure en algun lloc? M'encantaria.
De vegades la meva vida és molt sumi-e ;-)
Ma Carmen Orellana ha dicho que…
Que interesante entrada, con tu permiso comparto para poder leer mas de tus interesantes temas. Mil gracias.
hiniare ha dicho que…
Bienvenida, Mª Carmen. Encantada de que me leas.
H.