Raku

La ceremonia del té es una de las más brillantes creaciones de la cultura japonesa, que sigue su tradición de hacer de lo más simple un arte. Estar sentado largo tiempo en una diminuta casa de papel, mientras alguien prepara una taza de té y te la sirve, no parece la mejor forma de crear arte. Y sin embargo, cada átomo que envuelve ese suceso es pura belleza.

Todo este arte está basado en los conceptos «paz, respeto, pureza y soledad»: Wa-Kei-Sei-Jaku. «El tcha-no-yu crea armonía solicitando los cinco sentidos —escribe Paul Arnold-: armonía del tacto (la taza), armonía del perfume (el té), armonía de la luz (los shoji translúcidos), armonía del sonido (el agua que hierve en la marmita). Estas nuevas armonías, suscitadas deliberadamente al grado sutil de una sensibilidad despierta, invaden enteramente al ser y adormecen los choques, las luchas y las preocupaciones que se disputan, normalmente, en nuestro espíritu. De pronto volvemos a encontrar en la calma y el refinamiento, el perfecto acuerdo entre nuestros cinco sentidos y el mundo que nos rodea. Tal es el sentido de las palabras de Tekuan: La ceremonia del té es el sentimiento de armonía entre el cielo y la tierra, y es la norma del mundo "en paz".»


Aunque cada objeto está cuidadosamente elaborado, mi favorito son las tazas en que se sirve el té. Fueron introducidas en el siglo XVI por el gran creador de esta ceremonia, Sen no Rikyu, el cual las encargó al maestro Chojiro para sustituir las ostentosas porcelanas chinas que se usaban hasta entonces. Chojiro moldeó la arcilla con sus manos, sin usar el torno. Los tazones quedaron irregulares, imperfectos, y para cocerlos utilizó la técnica del raku, que al enfriar bruscamente las piezas provoca que se agrieten y a veces se rompan, además de darles maravillosas tonalidades lacadas. Esta es una muestra perfecta del espíritu japonés, del wabi. Las tazas parecen haber brotado de la naturaleza, un casual trozo de roca extraído directamente de la tierra, a pesar de ser la expresión del talento y la increíble destreza de sus creadores. Son rugosas y ásperas, casi salvajes, pero también remendadas, a punto de caerse en pedazos. Son un resultado único, fruto del azar, irrepetibles. Como el concepto de ichi-go ichi-e de la ceremonia del té: el precioso momento en que estamos reunidos, el momento que nunca podrá repetirse, porque es único y ahora mismo es nuestro, lo tenemos entre las manos.

Mi entrada copiada en otro blog: http://www.cambioplanetario.com/t8358-raku-ceremonia-del-te

Comentarios

Boehmiano ha dicho que…
¡Preciosa invitación, Hiniare, a conocer mejor la ceremonia del té y la cultura que la hace posible!
Precisamente hoy mismo he colocado en mi blog un cuento al que le tengo especial cariño -me ha acompañado muchos años- y que trata de este mismo arte incomparable.
Buen libro, el de Paul Arnold, "El zen y la tradición japonesa".
Por cierto, comparto tu predilección por las tazas (no les pegaba tanto ser de porcelana).
Cordialmente,
B.