Disfrutando estos días de la bellísima Semana Santa cordobesa, un ruido de fondo vino a recordarme que mis exaltados sentimientos se estrellan contra una realidad de intolerancia y rencor. Me refiero al lamentable suceso ocurrido en la Mezquita Catedral de Córdoba del que podéis encontrar mucha información en internet, por ejemplo aquí. No me he podido enterar con claridad de los hechos hasta que no me he conectado, ya que allí la desinformación era moneda corriente. Muchos me dijeron que los musulmanes ya tienen un lugar para rezar en la Mezquita (no es así), o que habían intentado rezar en el altar católico (¡!!!). Desde el primer momento comprendí que se han juntado el hambre con las ganas de comer, es decir, el integrismo católico de la Iglesia (la Mezquita es nuestra) con los integristas musulmanes que planearon dar la campanada en plena Semana Santa entrando a ¿rezar? armados con cuchillos. Ambos cuentan con el buen abono de la opinión pública, como podéis comprobar leyendo algunos comentarios, y como yo comprobé ante una actitud general de “nos quieren invadir”, como si aún estuviéramos en plena Reconquista. Después recorría los incomparables monumentos de la ciudad llenos de alusiones a “las tres culturas”... ¿Tres culturas, o más bien ninguna? Viendo todo aquel arte es evidente la mezcladísima herencia que lo ha producido. Pocos lugares como aquel son propicios para establecer diálogos, para acercarnos unos a otros y dar eco por fin a los que hablan con sentido común. Pero nada de esto llega a la gente de la calle.
Los famosos arcos de herradura son creación de los visigodos, pueblo germánico cristiano de rito arriano que invadió Hispania antes que los musulmanes. Éstos copiaron su estilo.
Remembrà com una vegada, com era apostoli, li recomptà un sarraí que los sarraïns han alcuns hòmens religiosos, e, enfre los altres e aquells qui són més preats enfre ells, són unes gents qui han nom “sufies”, e aquells han paraules d’amor e exemplis abreujats e qui donen a home gran devoció.
Y quizá sembró en Occidente la semilla mística que tan grandes frutos daría, con estos versos:
40. Llevà’s matí l’amic, e anava cercant son amat; e atrobà gents qui anaven per la via, e demanà si havien vist son amat. Respongueren-li dient quan fo aquella hora que son amat fo absent a sos ulls mentals. Respòs l’amic, e dix: -Anc (mai), pus hac vist mon amat en mos pensaments, no fo absent a mos ulls corporals, cor totes coses vesibles me representen mon amat.
97. Demanaren a l’amic de qui era . Respòs: -D’amor. –De què est? –D’amor. –Qui t’ha engenrat? –Amor. –On nasquist? –En amor. –Qui t’ha nodrit? –Amor. –De què vius? –D’amor. –Com has nom? –Amor. D’on vens? –D’amor. –On vas? –A amor. –On estàs? –En amor. –Has altra cosa mas amor? Respòs: -Hoc, colpes e torts contra mon amat. –Ha en ton amat perdó? Dix l’amic que en son amat era misericòrdia e justícia, e per açò era son hostal enfre amor e esperança.
258. Sobre amor està molt altament l’amat, e dejús amor està molt baixament l’amic. E amor, qui està en lo mig, davalla l’amat a l’amic, e puja l’amic a l’amat. E del davallament e pujament, viu e pren començament l’amor per la qual llangueix l’amic e és servit l’amat.
Recomiendo los versos de Yalal ud-Din Rumi (1207-1273), una muestra incomparable de tolerancia y libertad (ahora muy olvidadas), y por supuesto de pasión:
Miré en las cruces de cada iglesia,
pero Él no estaba allí.
Peregriné a los templos de la India
y a los santuarios de China,
pero Él no estaba allí.
Busqué en los montes de Herat y Candalar,
pero Él no estaba allí.
Escalé la lejana cumbre del Qaf
y sólo hallé el nido del Fénix vacío.
Visité la Kaaba,
pero él no estaba en ese turístico lugar
entre jóvenes y viejos peregrinos.
Leí los libros de Avicena,
pero Su sabiduría eludió toda palabra.
Llegué a lo más alto del trono
a dos codos de distancia,
pero Él no estaba allí.
Entonces miré en mi propio corazón
y allí Le encontré:
No estaba en ningún otro lugar.
Tienes dos manos, dos piernas y dos ojos,
pero si el corazón y el Amado son dos,
para qué sirve todo ello.
Tú vas gritando: Soy el amante,
mas éstas son simples palabras.
Si ves como dos al amante y al Amado,
o ves doble o bien no sabes contar.
El sufismo floreció en una época en que el Islam ocupaba un puente que se extendía desde Europa hasta la India. Son evidentes las influencias que acoge de la religión hindú, pero también hay una gran conexión con el cristianismo. No pretendo recortar las religiones hasta dejarlas en un mismo mensaje, las diferencias son evidentes, y además necesarias, pero la visión musulmana de Jesús, como la de María que comenté en otra entrada, a mí me aportan una nueva riqueza. Como se dice en el libro “El sufismo” de William Stoddart: “Lo mismo que los sufíes honraron todas las tradiciones por considerar cada una como un camino que conduce a la verdad suprema, también honraron a los profetas de dichas tradiciones. En ellos buscaron guía e inspiración. Muchos sufíes, incluido el gran Mansur al-Hallaj, idealizaron a Jesús como la encarnación del amor perfecto y construyeron su filosofía en torno a él y no alrededor de las enseñanzas del Profeta”.
“Considera, pues, el ejemplo de Cristo. Porque no existe ninguna duda de que nunca poseyó ninguna bolsa. Había llevado durante veinte años una túnica de lana. Durante sus peregrinaciones, sólo llevaba una jarra y un peine. Un día, al ver cómo un hombre bebía en el hueco de su mano, tiró la jarra y nunca más volvió a buscarla. Luego, al pasar ante un hombre que se peinaba la barba con los dedos, tiró su peine y nunca más lo recogió”. Ghazzali, Ihya, IV, 167.
El gran sufí andaluz Ibn Arabi tenía una profunda veneración por Jesús; esta veneración no había nacido de una especulación abstracta, sino que provenía de una relación íntima entre él mismo, cuando era un joven adolescente en busca de Dios, y el hijo de María: “Jesús es mi primer maestro en el camino. Fue entre sus manos donde me convertí. Vela por mí a todas horas y no me descuida ni por un instante” (Futuhat, III, 34). “Me he encontrado a menudo con Jesús en mis visiones, y a su lado me arrepentí. Me ordenó practicar la ascesis y la renuncia” (II, 49)”.
Supongo que ahora queda muy absurdo decir que bajo un techo consagrado a Dios, cualquier persona pueda recogerse a rezar tranquilamente. Sólo lo impiden cuestiones burocráticas, dogmáticas y totalmente contrarias a las verdades que dicen defender. Y la intolerancia y las ganas de guerra de la gente. Pero sé que hay visiones totalmente distintas del mismo tema. Tengo mucho que aprender sobre todas las religiones y sobre el Islam, y no tengo demasiadas guías más que algunos escritos que voy encontrando. La tendencia general en la actualidad me hace salir corriendo en dirección contraria, y en eso estoy ahora. Espero publicar mis descubrimientos próximamente.
Comentarios
Si quieres profundizar en el tema del diálogo interreligioso, Raimon Panikkar es quien a mí más me ha ayudado, sobre todo en lo que se refiere al diálogo oriente-occidente.
Saludos, Hiniare.
h.
Qué bonito lo del sufismo, me pasaré más tarde para comentar sobre ello.
Beso!!!