Quizá alguna drag-queen muy clásica aún ande por ahí imitando a Marlene Dietrich, ella que fue durante mucho tiempo emblema de la libertad sexual por encima de todo género, aparte de representar el estilo y la clase de cualquier aspirante a reina del glamour. Cómo olvidar sus caídas de ojos y su forma de fumar, o personajes como Lola-Lola, Shanghai Lili o la Venus Rubia. Yo la descubrí en aquellas épocas en que la televisión programaba ciclos enteros de películas clásicas en horario de máxima audiencia (sí, hace muchos años), y desde entonces soy su fan. No sé si esto forma parte del armario friki o es sólo un culto pasado de moda. Tuvo unos orígenes, como ella diría, muy “prusianos”. Su madre fue viuda de dos militares, y enseñó a ella y a su hermana a ser hacendosas amas de casa. Muchas veces sus invitados en Hollywood, al llegar a su casa encontraban una señora en bata y un trapo en la cabeza, que arrodillada fregaba el retrete enérgicamente: era Marlene. Su madre la envió también al correspondiente internado para señoritas, donde recibió las correspondientes lecciones de violín y francés y se enamoró del correspondiente maestro. Hubiera podido ser una burguesita aburrida y común, si no fuera porque llegaron los años 20 y estaba en Berlín… y Berlín + años 20 significa desenfreno total. Así que se puso a disfrutar de la vida, de su juventud y del ambiente, apareciendo en vodeviles, musicales, espectáculos… y deshaciéndose uno tras otro de todos los prejuicios burgueses. Se casó con un chico mono y tuvo una hija, y no creo que engañara nunca a su marido: él sabía dónde se metía. Para ella, estar casada era una medida preventiva para que los amantes demasiado apegados no se hicieran ilusiones sobre su futuro. Respecto a su hija, no creo que fuera para ella más que una mascota. Así que siguió con su vida alegre y enrollándose con medio Berlín, y hubiera podido ser una cocotte más de la época si no se hubiera cruzado en su camino el inmenso talento de Joseph Von Sternberg. Inmediatamente se convirtió en su adorador y, como un pagano, fabricó al ídolo con sus propias manos y después se postró ante él. Los templos de este culto fueron sus películas; las ceremonias religiosas, sus proyecciones, a las que los fieles (entre los que por supuesto me cuento) asistimos extasiados. Monumentos para la historia son El ángel azul, Marruecos, La Venus Rubia, El expreso de Shangai, Capricho Imperial… En ese momento Hollywood era una fábrica de estrellas, y ésta era reluciente. La otra gran estrella del momento era Greta Garbo (que era mejor actriz), la diferencia es que la Divina no tenía su sentido del humor, ni su malicia, ni su ambigüedad, ni su sensualidad… todas las cosas que la hacían ser ella. Se enrolló con todos los actores que triunfaban entonces, y con las actrices que se dejaron. En un momento de códigos de censura y dobles apariencias, nunca se escondió de nada, y los cuadriculados americanos debían hacerse cruces con esta depravada europea. A finales de los años 30 recibió la petición de Goebbels de volver a Alemania y ser la gran estrella del Tercer Reich. Su respuesta fue: mandarlo a paseo; solicitar la nacionalidad estadounidense; y cuando estalló la guerra enrolarse en uno de esos espectáculos de artistas que iban a animar a las tropas, a pesar de que su madre y su hermana seguían en Berlín y sufrieron las represalias. Entonces fue cuando popularizó la canción Lili Marleen, creada por un soldado alemán en la I Guerra Mundial, y que se escuchaba por igual a los dos lados del frente. En los años 60 inició una nueva carrera como cantante, interpretando sus grandes éxitos por el mundo. Cuando fue a actuar a Alemania, todavía fue abucheada por antipatriota (¿por estar contra la patria nazi?). Después de Sternberg, los tiempos cambiaron y nunca más pudo lucirse como antes. Creo que se desaprovechó su talento de comedianta, demostrado en Arizona o Siete Pecadores. Sólo algún director como su gran amigo Billy Wilder pudo recrearla en películas como Berlín Occidente o Testigo de cargo. Creo que Marlene era demasiado para Hollywood, para el cine, para el siglo XX, más allá de las normas y de la razón, amoral y vital, como los auténticos dioses del Olimpo.
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un abrazo.