Sus
labios rojos, por mi vida, son un ascua encendida
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que, en
su rostro, refresca y está húmeda.
Me
preguntan en broma: ¿Cuál es tu religión?
Ay, por
su amor mi fe está dividida:
mi
corazón es musulmán, pero mis ojos
siguen la
religión de Zoroastro
y adoran
el fuego de su mejilla.
Ha quemado mi
corazón el aire de un suspiro
y mis ojos, desde que te
ausentaste,
no han dormido.
Mis lágrimas confiesan la pasión,
ay dolor,
muero de pena después de que te has ido.
¡Cuántas
veces he renegado de la pasión y del amor por ti!
¿Cumplirá el tiempo lo que
prometió
y unirá Dios lo que alejado
estaba?
Me contento con ver tu imagen en
sueños, luna mía,
mas se
interpone entre nosotros el insomnio;
mi
corazón, desde que estás ausente de mis ojos,
se ha separado de mi cuerpo
y ha jurado no volver a él
jamás.
¿Volverá la vida a mi cuerpo
para que
se cure mi pecho con tu presencia,
aunque tu
crueldad me dé la muerte antes de tiempo?
Por ti daría la vida quien muere
de tristeza por tu causa,
¿te alegra que te sirva de rescate
o no?
Estoy confuso por un joven esbelto y
hermoso,
cuyos
ojos son dueños de los corazones
y muestra
la luna llena en la frente;
si la luna viera su rostro se
prosternaría
y si el cuarto creciente viera su
mejilla, enrojecería
de vergüenza.
Mi enfermedad se alarga con la
languidez de sus ojos;
es un
joven hermoso que cautiva a las criaturas con su rostro
y cuya forma
de mirar le han robado las gacelas.
Si cuando sale esta gacela
la hubiera visto el samaritano, no
hubiese adorado
al becerro de oro.
¡Qué hermosa era mi vida —estaba
libre de cuidados—
hasta que
mis miradas me condujeron al amor!
Oh censor
mío, abrevia, no te extiendas;
Dios no ha creado en vano esa
hermosura,
no injuries, por su causa,
al afligido.
[…]
Le he
perdonado el crimen de dejarme
Por una
noche que ha caído ocultando sus favores;
la hemos
pasado juntos, con la castidad por compañero,
mezclando
el vino de mi canto de amor con el de sus palabras;
mientras
la noche se encendía bajo nosotros,
le he
presentado el fuego de mi alma y el de su mejilla
y lo he
abrazado como el avaro
abraza a
su dinero, absorto en él,
lo he
atado con los brazos
como si
fuera una gacela cuya huida temiese,
¡el
corazón quisiera convertirse en brazos
para
tener esperanzas de abrazarlo!
Por fin,
cuando ya el sueño, enamorado de sus párpados,
extendía
en mis brazos un joven obediente a su poder,
la pasión
me invitaba a besarlo
y estaba
presto a obedecer sus mandatos,
pero la
castidad no me dejaba besar sus labios
y el
corazón se consumía con sus ascuas.
¡Qué
maravilla que se queje de sed
aquel que
siente ardiendo las entrañas
y tiene
el agua en la boca del amado!
La
pasión que arrastra al corazón y lo obliga a ceder contra su voluntad, pasión
que hace sufrir y llorar y desear morir, porque el objeto de amor es huidizo o
lejano o imposible, aunque esté en los brazos, porque la consumación sería
mancillar los altos sentimientos que subliman el alma, así que sólo resta la
espera paciente de una mirada, de unas migajas, y el enamorado se humilla y se hace esclavo y se hace sombra de
su sombra y se hace polvo que sólo ansía ser pisado por sus pies.
Pues
no lo habían inventado los trovadores en las cortes provenzales del siglo XIII,
porque durante toda la edad media andalusí se cultivó la poesía amorosa en las
cortes donde florecieron poetas y poetisas que cantaron indistintamente a sus
amados y amadas, con una libertad inimaginable más allá de la frontera norte. Ya
una poesía amorosa de celebración báquica cantaba a los placeres del banquete,
del buen vino y del disfrute de los encantos de las bellas danzarinas y los
bellos coperos; por otro lado, el estilo udrí,
recogiendo una cierta influencia platónica, cantaba la sublime belleza
inalcanzable bañada en lágrimas y suspiros. Una versión profana de los cantos
de amor sufíes que también buscaban alcanzar lo inefable. Así pues, ya no sé
cuál es el origen, ni de qué noche de los tiempos proceden estas historias de
amor fatal que nos persiguen hasta hoy y nos hacen comprender profundamente
versos como
Soy
culpable de amarlo, soy
el pobre
suplicante que desea
una respuesta
aunque ésta sea rechazarlo,
soy un
amante que al pensar en la muerte se imagina
que quizá
Musa encuentre
que es
fácil deber visitar su tumba.
Ben Sahl nació en Sevilla en 1212 siendo
judío, convirtiéndose más tarde al islam.
El objeto de sus poemas amorosos fue un muchacho judío llamado Musa. En 1248
abandonó Sevilla tras su conquista por los cristianos y se instaló en Ceuta.
Naufragó y murió en 1251, convirtiéndose en un mito romántico y una leyenda.
Sus versos aparecen en Las mil y una noches.
-Poemas, Ben Sahl de Sevilla. Selección, traducción e introducción de Teresa Garulo. Hiperión. Poesía Hiperión nº 61, 1996.
Comentarios
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Cordial.
Tu blog queda apuntado, es un primor.
h.