Ben Sahl de Sevilla

Sus labios rojos, por mi vida, son un ascua encendida

que, en su rostro, refresca y está húmeda.

Me preguntan en broma: ¿Cuál es tu religión?

Ay, por su amor mi fe está dividida:

mi corazón es musulmán, pero mis ojos

siguen la religión de Zoroastro

y adoran el fuego de su mejilla.

....................................................
Ha quemado mi corazón el aire de un suspiro
y mis ojos, desde que te ausentaste,
no han dormido.
            Mis lágrimas confiesan la pasión,
ay dolor, muero de pena después de que te has ido.
¡Cuántas veces he renegado de la pasión y del amor por ti!
¿Cumplirá el tiempo lo que prometió
y unirá Dios lo que alejado
estaba?
            Me contento con ver tu imagen en sueños, luna mía,
mas se interpone entre nosotros el insomnio;
mi corazón, desde que estás ausente de mis ojos,
se ha separado de mi cuerpo
y ha jurado no volver a él
jamás.
            ¿Volverá la vida a mi cuerpo
para que se cure mi pecho con tu presencia,
aunque tu crueldad me dé la muerte antes de tiempo?
Por ti daría la vida quien muere de tristeza por tu causa,
¿te alegra que te sirva de rescate
o no?
            Estoy confuso por un joven esbelto y hermoso,
cuyos ojos son dueños de los corazones
y muestra la luna llena en la frente;
si la luna viera su rostro se prosternaría
y si el cuarto creciente viera su mejilla, enrojecería
de vergüenza.

            Mi enfermedad se alarga con la languidez de sus ojos;
es un joven hermoso que cautiva a las criaturas con su rostro
y cuya forma de mirar le han robado las gacelas.
Si cuando sale esta gacela
la hubiera visto el samaritano, no hubiese adorado
al becerro de oro.
            ¡Qué hermosa era mi vida —estaba libre de cuidados—
hasta que mis miradas me condujeron al amor!
Oh censor mío, abrevia, no te extiendas;
Dios no ha creado en vano esa hermosura,
no injuries, por su causa,
al afligido.
[…]
Le he perdonado el crimen de dejarme
Por una noche que ha caído ocultando sus favores;
la hemos pasado juntos, con la castidad por compañero,
mezclando el vino de mi canto de amor con el de sus palabras;
mientras la noche se encendía bajo nosotros,
le he presentado el fuego de mi alma y el de su mejilla
y lo he abrazado como el avaro
abraza a su dinero, absorto en él,
lo he atado con los brazos
como si fuera una gacela cuya huida temiese,
¡el corazón quisiera convertirse en brazos
para tener esperanzas de abrazarlo!
Por fin, cuando ya el sueño, enamorado de sus párpados,
extendía en mis brazos un joven obediente a su poder,
la pasión me invitaba a besarlo
y estaba presto a obedecer sus mandatos,
pero la castidad no me dejaba besar sus labios
y el corazón se consumía con sus ascuas.
¡Qué maravilla que se queje de sed
aquel que siente ardiendo las entrañas
y tiene el agua en la boca del amado!

La pasión que arrastra al corazón y lo obliga a ceder contra su voluntad, pasión que hace sufrir y llorar y desear morir, porque el objeto de amor es huidizo o lejano o imposible, aunque esté en los brazos, porque la consumación sería mancillar los altos sentimientos que subliman el alma, así que sólo resta la espera paciente de una mirada, de unas migajas, y el enamorado se  humilla y se hace esclavo y se hace sombra de su sombra y se hace polvo que sólo ansía ser pisado por sus pies.
Pues no lo habían inventado los trovadores en las cortes provenzales del siglo XIII, porque durante toda la edad media andalusí se cultivó la poesía amorosa en las cortes donde florecieron poetas y poetisas que cantaron indistintamente a sus amados y amadas, con una libertad inimaginable más allá de la frontera norte. Ya una poesía amorosa de celebración báquica cantaba a los placeres del banquete, del buen vino y del disfrute de los encantos de las bellas danzarinas y los bellos coperos; por otro lado, el estilo udrí, recogiendo una cierta influencia platónica, cantaba la sublime belleza inalcanzable bañada en lágrimas y suspiros. Una versión profana de los cantos de amor sufíes que también buscaban alcanzar lo inefable. Así pues, ya no sé cuál es el origen, ni de qué noche de los tiempos proceden estas historias de amor fatal que nos persiguen hasta hoy y nos hacen comprender profundamente versos como
Soy culpable de amarlo, soy
el pobre suplicante que desea
una respuesta aunque ésta sea rechazarlo,
soy un amante que al pensar en la muerte se imagina
que quizá Musa encuentre
que es fácil deber visitar su tumba.


 Ben Sahl nació en Sevilla en 1212 siendo judío, convirtiéndose  más tarde al islam. El objeto de sus poemas amorosos fue un muchacho judío llamado Musa. En 1248 abandonó Sevilla tras su conquista por los cristianos y se instaló en Ceuta. Naufragó y murió en 1251, convirtiéndose en un mito romántico y una leyenda. Sus versos aparecen en Las mil y una noches.

-Poemas, Ben Sahl de Sevilla. Selección, traducción e introducción de Teresa Garulo. Hiperión. Poesía Hiperión nº 61, 1996.


Comentarios

Sombreado ha dicho que…
Estimada Hiniare. No es frecuente que en estos tiempos alguien reivindique la memoria de autores del pasado lejano y menos si son árabes o del mundo islámico. De lo que hubo en España, riquísimo y profundo, qué poco se conoce. Por lo cual te felicito. Ya ves, a veces hay cosas extrañas, como que a algunos nos toque ese espíritu de estilo y nos dé por hacer algo que recuerde a aquello.

Te invito a pasar por:

http://lasombradelanube.blogspot.com.es/

Cordial.
hiniare ha dicho que…
Pues sí, Sombreado, descubrí a Ben Sahl y todo el mundo de la poesía udrí hispano-musulmana por pura casualidad. Ahora quisiera saber más de los y las poetas andalusíes, porque siento que se me ha privado del conocimiento de un gran patrimonio que me pertenece. Estoy en ello.

Tu blog queda apuntado, es un primor.
h.