Las lágrimas negras de sor Juana Inés de la Cruz

Nació en el México colonial, de una madre soltera que tuvo hijos con un par de hombres. Gracias a unos parientes algo mejor situados, entró en la corte como dama de compañía de la virreina, triunfando con los méritos de su encanto y su gracia. Sin linaje ni dote, podía haber hecho un matrimonio mediocre y posiblemente infeliz como los de sus hermanas. Como la opción de la soltería no existía en su tiempo, eligió entrar en un convento con la única intención de poder ser libre, de disponer de sí misma y de su tiempo para poder dedicarse a la principal pasión de su vida: el estudio.

Desde su más tierna infancia quería conocer todo lo que la rodeaba. Aprendió a leer con tres años y no fue bastante, también aprendió latín, y se leyó toda la biblioteca de su abuelo. A los siete años le pidió a su madre que la mandara a la universidad disfrazada de hombre; inocente criatura, ignoraba que el saber era algo totalmente inalcanzable para una niña criolla, humilde, nacida en la Nueva España del siglo XVII. Pero es que Juana fue una mente incomparable no sólo para México o América, sino para todo el mundo de su época. Por sí sola y buscando maestros en todos los libros que podía reunir, estudiaba astronomía, teología, música, historia, poesía. Le fascinaba la mitología clásica y cierto ambiente fantástico heredado del hermetismo, como prueba su afición a Athanasius Kircher (al cual dediqué un par de entradas al principio de este blog, a propósito del libro de Umberto Eco La lengua perfecta). En la corte virreinal la tenían por una niña fenómeno, y un día hicieron reunir a sabios de todas las disciplinas para interrogarla, dándoles a todos respuestas correctas. Ya entonces escribía poesías, y no creo necesario insistir en su valor como una de las más grandes escritoras de su época: desde canciones populares a largos poemas cultos más gongorinos que los de Góngora, desde obras de teatro a autos religiosos, sonetos de amor y de humor. Aunque pasó de la corte al convento, siguió próxima a los sucesivos virreyes y virreinas, que la favorecieron y protegieron, a los que alababa y entretenía con sus poemas y obras. Reunió en aquel convento de San Jerónimo la biblioteca privada más grande de América, de unos cuarenta mil libros, además de instrumentos astronómicos, musicales, antigüedades precolombinas y otras maravillas, la mayoría regalos de admiradores intelectuales o nobles. Con muchos de ellos se escribía a lo largo de América o en España.


Bonito panorama, si no fuera porque aquella ya no era la época en que una monja podía ser culta, como una Hildegarda de Bingen en el sigo XII. En su convento no tuvo ni una sola condiscípula que se interesara por el estudio como ella. No eran realmente mujeres devotas: la mayoría estaban allí para sobrevivir y se dedicaban al cotilleo, a la intriga y a la charla con sus visitas. Tampoco la favoreció el hecho de vivir tan lejos de los centros culturales de Europa. En Nueva España, algunos personajes de rango cultos formaban parte de su círculo social, pero el poder de una Iglesia represora e ignorante era aplastante, y sufrió su acoso y su difamación desde que empezó a destacar. Mil veces la acusaron de ser frívola y masculina, por pretender usar su cerebro como un hombre, y no dedicarse a sus devociones calladamente como buena monja. Les escandalizaba que una religiosa se dedicase a las letras mundanas (sin que importara que un Lope de Vega, ordenado sacerdote, estuviera haciendo lo mismo en España, aparte de amancebarse con mujeres, sin recibir ninguna crítica por ello; pero claro, era un hombre). Sin tener idea de lo que significaba el feminismo, Juana se encontró ante los mismos retos y respondió ante ellos de la misma manera que siglos después lo harían las feministas: defendió que hombres y mujeres podían tener las mismas capacidades para el estudio, que condenar a las segundas a la ignorancia era un crimen. Su conocido poema Hombres necios que acusáis… es un ardiente alegato, bien es cierto que no original por la temática (la defensa de las mujeres fue tratada por otros poetas), pero puesto por primera vez en la pluma de una mujer. Juana fue la primera mujer en decir muchas cosas, por ejemplo, el amor visto desde un punto de vista femenino. La época barroca no se destaca por su sinceridad, y sus obras deben leerse dentro de la doblez y del esquematismo del barroco, más dado a la exageración y los fuegos de artificio que al intimismo. Pero aun así la personalidad y las ideas de Juana se vislumbran a través de ellos.

Es hermoso cómo describe su propia vocación por el conocimiento, cómo explica que se preguntaba el porqué de todo, que quería conocer el funcionamiento de las estrellas, las palabras de los antiguos, todos los misterios y maravillas escondidos en los libros. Cómo de pequeña se cortaba el cabello como castigo a sí misma si no aprendía, porque no le parecía bien “que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias”. Porque ella quería “poner bellezas en mi entendimiento / y no mi entendimiento en las bellezas”, “poner riquezas en mi entendimiento / y no mi entendimiento en las riquezas”. Cuando alguna vez le vedaban el estudio, estudiaba en los cielos y en la tierra, incluso en la cocina se quedaba meditando sobre las reacciones de los elementos, y es que “si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito”. Esa mente prodigiosa necesitaba el saber como aire para respirar, pero no era como una Santa Teresa de Ávila (que tuvo no menos problemas que ella), la cual había dedicado su literatura a la fe. Juana se adelantó a su tiempo, pues el conocimiento que buscaba era semejante al saber ilustrado que aparecería más tarde en el Siglo de las Luces en Europa: no sólo quería aprender sino también cuestionar, experimentar, y abarcarlo todo, lo sagrado y lo profano.

Qué inmensamente lejos estaba del ambiente que la rodeaba. Por vanagloria o inconsciencia, publicó un único escrito teológico, y eso fue la gota que colmó el vaso de los que la perseguían. Para defenderse de sus ataques, escribió la hermosa Respuesta en la que trató de justificar la vocación de su vida, poniendo como ejemplo las grandes mujeres sabias de la antigüedad, desde las paganas como Hipatia a las cristianas como Santa Catalina, o a su contemporánea la reina Cristina de Suecia. Declaraba lo lamentable que le parecía el estado de ignorancia en que estaban las mujeres, incluso las propias monjas que ya ni siquiera sabían latín (me gustaría que hubiera sabido que en Europa, poco antes que ella, Mary Ward se inspiraba en los jesuitas para crear una orden de religiosas sin clausura que fomentara la educación femenina, siendo atacada con los mismos argumentos misóginos). Pero aunque las obras de Juana eran ya publicadas y alabadas en España, donde clérigos y seglares la aprobaban sin dudarlo, el ambiente de Nueva España era mucho más enrarecido, cerrado, conservador y retrógado. Llegó una época de crisis, catástrofes naturales y revueltas, que debilitaron el poder de los virreyes y aumentaron el de la Iglesia, especialmente del misógino arzobispo Aguiar y Seijas, a quien repugnaban tanto las mujeres que jamás les hablaba, y para quien Juana era su bestia negra. La crisis de Nueva España destruyó el frágil capullo que había protegido a Juana, y se encontró acosada por todos los flancos. Esta situación es el único medio para tratar de explicar el hecho más terrible de la vida de Juana, cuando a la edad de cuarenta y tres años renunció a su biblioteca, a todos sus instrumentos científicos y musicales, al estudio, la lectura y la escritura, para convertirse en una anónima y muda devota más. Su actitud me recuerda a la de algunas exaltadas de la época que se sometían a terribles penitencias como sajarse el rostro o azotarse hasta perder el sentido como expiación. Juana se arrancó la vida y el alma cuando se separó de sus libros, que eran sus amigos, sus hermanos y sus hijos. No fue el acto heroico de un Cristo que da su vida por amor, sino un sacrificio pagano en que unos sacerdotes sádicos desmiembran a un inocente para calmar la sed de sangre de su dios cruel. No se sabe por qué lo hizo, si fue simple supervivencia, miedo, o un lavado de cerebro. Apenas sobrevivió un par de años más, y aunque la epidemia que asoló su convento podía habérsela llevado igualmente en otras condiciones, no es difícil creer que la muerte la encontró muy dispuesta. Así, una de las grandes mentes de su época fue aniquilada por la ignorancia reinante. Muy proféticamente había escrito aquel verso que decía: “lágrimas negras de mi pluma triste” refiriéndose a sus letras. Sobre su pasión dijo: “yo tengo este genio, si es malo, yo me hice, nací con él y con él he de morir”. No con él, Juana, sino por él.


No puedo evitar sentir que la comprendo profundamente, porque sé lo que es la curiosidad infinita y la sed de sabiduría, porque amo los libros y tampoco podría vivir sin ellos. Hoy el interés por la cultura es despreciado por motivos muy diferentes, y la libertad que hombres y mujeres tienen para aprender no sirve de nada si el saber sólo les parece inútil e improductivo. Suerte que una ventana como internet permite asomarse a la infinita biblioteca (también a la infinita tontería, pero por suerte no es obligatoria), y en un rincón rodeado por el desierto de la ignorancia reinante, permite crear un pequeño oasis de lectura y escritura, permite llegar a conocer a Juana, a quien los siglos no han callado, y sigue encontrando lectores que comparten sus pensamientos y la comprenden.
-Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Octavio Paz, 1982. Fondo de Cultura Económica. Reimpresión Colombiana, 1997.

Comentarios

Raviel Beut-rom ha dicho que…
Benvolguda Hiniare,
molt interessant el teu post --part d'una de les línies que cultives (i segueixo), de figures feminines heterodoxes en la Església-- que m´ha disparat un parell de conexions semi-automátiques.
L'una, visual, Frida Kahlo, inevitable, pel retrat i per Mèxic. L'altra, literària: "Del amor y otros demonios" de García Márquez. No tant per la narració en sí, més aviat pel clima opressivament colonial --i conventual--, per les estructures mentals d'una època, per l'imponent maquinària cohercitiva desplegada per reconduir la "diferència".
hiniare ha dicho que…
M'has fet interessar per aquesta obra de García Márquez, que no he llegit. Vull trobar aquestes connexions.

Amb la Frida Kahlo no m'atreveixo, és massa!

Jo sempre a favor de la heterodòxia. Gràcies per passar-te per aquí!
h.
Jan ha dicho que…
No he leido nada de la obra de Sor Juana, y desconocía su biografía. Por lo que leo en tu entrada parecía reunir el perfil del sabio universal interesado en todas las materias propio del renacimiento y el barroco. Sin duda su vida y la realidad histórica que le tocó vivir tienen unos ingredientes que hacen de ella una figura sumamente interesante. Seguro que ha dado para más de un guión literario, y ¿quizás también cinematográfico?

Bien por tu homenaje
hiniare ha dicho que…
Hola Jan:
Por lo menos conozco una película basada en este libro de Octavio Paz, titulada "Yo, la peor de todas" y dirigida en 1990 por Mª Luisa Bemberg. En el sitio oficial incluso se puede ver completa:

http://www.marialuisabemberg.com/peliculas-dirigidas-yo-la-peor-de-todas.php

La protagoniza Assumpta Serna, es una maravillosa actriz, pero para mí demasiado delicada para interpretar a Juana, a la que imagino racial y temperamental. También simplifica los matices de Paz, como es inevitable, pero no es una mala película.

Segura que el personaje ha dado para muchos estudios y obras, espero irlos descubriendo.
hiniare ha dicho que…
He leído “Del amor y otros demonios” y básicamente puedo decir que García Márquez sólo se parece a García Márquez, a veces me pregunto si ha vivido en el mismo planeta que yo. En esta historia todo es tan irracional que es difícil decir contra qué está luchando la Iglesia. Lo que me ha podido recordar a la biografía de Juana Inés es ese obispo y acólitos iletrados y bárbaros. Creo que la historia de Juana es la lucha de la ignorancia agresiva contra el conocimiento liberador. Diría que hoy por hoy la ignorancia va ganando, y sigue haciendo más ruido y más daño que la inteligencia.

Por cierto que tengo que lanzarme a leer a García Márquez, porque lo que conozco de él hasta ahora es tremebundo. Y pensar lo que se pierden los que prefieren la ignorancia…
Anónimo ha dicho que…
Gràcies per compartir aquesta biografia. Sempre ens ofereixes històries de dones excepcionals que jo desconeixia. No tothom comprèn la vida monacal com una via cap a una major llibertat. I crec que a la nostra societat li queda molt per aprendre del sentit de l'autosuficiència i la vida comunitària dels monestirs.
Salutacions!!
hiniare ha dicho que…
Me alegra que te haya gustado, Matriarcal. Si un personaje tan importante para las letras españolas es desconocido, qué decir de tantas mujeres que han hecho tanto en la historia. Espero escribir de todas ellas.

La vida monacal ha sido muchas cosas a lo largo de la historia. En época de Juana estaba muy degradada, también Teresa de Jesús luchó por recuperar sus orígenes. Pero lo que no se entiende es que para todas esas mujeres del pasado no fue una triste vida sin amor, sino una opción de libertad comparada con el matrimonio, la posibilidad de no depender de un hombre, de no arriesgar su vida en peligrosos embarazos, y en algunas épocas, su único acceso a la cultura. Por eso han salido grandes personajes de los conventos, no necesariamente santas. A sor Juana no la beatificarán, pero se merece un monumento.
h.