Ningún lector sensible puede quedarse inmune al
acabar las últimas páginas de El juego áureo: 533 grabados alquímicos del siglo XVII, con introducción y comentarios de
Stanislas Klossowski de Rola. Me ha llevado mucho tiempo acabar este libro
porque tuve que tomarlo a pequeñas dosis para no saturarme. Contiene una
destilación muy concentrada de un proceso que comenzó muchos siglos antes y que
apura aquí sus últimos sorbos.
El poder de comunicación de
las imágenes llegó a través de la cultura griega: los antiguos griegos no
podían entender que la escritura egipcia no fuera un alfabeto, creyeron que no
transcribía palabras ni un lenguaje hablado, sino que cada imagen representaba
un concepto. De esta manera, creían que los egipcios se comunicaban en el lenguaje
del intelecto, sin estar sometidos a las restricciones de un idioma; que las
imágenes por sí mismas pueden expresar las ideas más complejas, y transmitirlas
directamente al alma. De ahí los Hieroglyphica
de Horapolo y su impacto en la Europa del
siglo XV, de ahí el boom de
los libros de emblemas renacentistas. La esencia de los emblemas era que no
fueran evidentes, que el significado auténtico debiera desentrañarse; quizá no
se llegaba a saber nunca, porque cada intérprete podía ver algo distinto, algo
propio (aquí la relación con el tarot).
Los libros de alquimia a
menudo eran de autor desconocido, pseudónimo o apócrifo (atribuidos una y otra
vez a autores antiguos). Difícilmente podían pedirse explicaciones sobre su
significado: se supone que aquel que realmente estuviera interesado en
estudiarlos entendería lo necesario. No
se pueden interpretar desde la ignorancia total, pero tampoco es útil acumular
datos, pues este conocimiento debe crecer y desarrollarse, enraizar y germinar,
razón por la cual nunca podría ponerse por escrito. Puede decirse que estas
imágenes suelen ser metáforas de procesos físicos (por ejemplo, una muy
habitual es la combinación de contrarios), pero al mismo tiempo, los procesos
físicos son mucho más que eso, son expresiones de la conciencia humana, por
llamarla de alguna manera (como la necesidad de superar las diferencias). Como
no tiene sentido seguir hablando de lo que no se puede expresar, sólo diré que
las imágenes están ahí para contemplarlas, meditarlas, interiorizarlas y tal
vez vivirlas, proceso que es como el de la vida misma, sin fin.
Algunos de los clásicos
imprescindibles son:
Atalanta Fugiens (1617): cincuenta emblemas creados
por Michael Maier, cada uno acompañado de una sentencia y una composición
musical. El título hace referencia al mito de la corredora Atalanta, ilustrado
en la portada. Las piezas musicales, por supuesto, son fugas.
El Rosarium Philosophorum
fue editado por primera vez en 1550, y contiene veinte imágenes que describen
el proceso alquímico. Estas imágenes fueron versionadas incansablemente en los
años posteriores.
Las Doce Llaves, de Basilio Valentin (1599): doce
imágenes complejas que han dado lugar a muchas interpretaciones.
No puedo dejar de mencionar
las impresionantes ilustraciones de Heinrich Khunrath en su Amphitheatrum sapientiae aeternae
(1595). La combinación de imágenes y texto aún las satura más de significado.
Aparte de los libros
impresos y sus preciosos grabados, existen algunos manuscritos especialmente
hermosos que también han sido muy influyentes:
Aurora consurgens, un texto del siglo XIII que fue atribuido a Santo Tomás de
Aquino. El manuscrito que se conserva es del siglo XV y está en la ZurichZentralbibliothek, con inquietantes ilustraciones. El título proviene de un versículo
del Cantar de los Cantares (6, 9) “Quae est ista, quae progreditur quasi aurora
consurgens, pulchra ut luna, electa ut sol, terribilis ut castrorum acies
ordinata?” [¿Quién es aquella que se
eleva como la aurora, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como
un ejército en orden de batalla?].
El Splendor Solis es un
bellísimo manuscrito, de una época en que la imprenta había convertido a esta
clase de libros en un extravagante capricho, una curiosa combinación de figuras
simbólicas con imágenes de la vida cotidiana y la fauna. Creado por Salomon
Trismosin en 1582, actualmente se encuentra en Biblioteca Británica de Londres.
Comentarios
A ver cuándo te lanzas a internet y compartes tus joyas artesanas y todas tus creaciones. Yo desde aquí te daré todo mi apoyo. Así que ya sabes, pronto anunciaremos el lanzamiento de la página de Amalia y su duende guiñador...
Muchos besos!!!
h.