El libro Les memòries perilloses recoge una serie de conversaciones entre el historiador Benjamin Stora y el novelista Alexis Jenni acerca del auge de la extrema derecha en Francia y su ideario racista, arraigado en el pasado colonial, en la sangrante guerra de independencia de Argelia y en las memorias y herencias que han conservado todos sus participantes, transportadas a territorio francés gracias a la huida de los exiliados, a los ex soldados, y a la inmigración magrebí. Desde el siglo XIX y a través de los violentos conflictos del siglo XX, la concepción que muchos franceses tienen de sí mismos y su relación con los “otros” está marcada por esquemas coloniales, es fruto de una historia, aunque ahora la situación quiera presentarse como una realidad inmutable. Me ha parecido interesante este fragmento, y resalto las palabras concretas, porque explica cómo de circunstanciales son las identidades, también la del integrismo islámico (como ya comenté en El velo como bandera), y porque sugiere un aspecto que me parece trascendental: la identidad nueva que crea la inmigración:
ELLS
I NOSALTRES
Alexis
Jenni: L'oposició entre “ells” i “nosaltres” és el fonament
de tots els grups humans. És el desig de fer pinya entre gent que
s'assembla. Però el límit entre “ells” i “nosaltres” no
és natural, depèn de la història de cada comunitat, és molt
variable. Resulta que a la França contemporània el límit es va
fixar amb la diferència entre cristians i musulmans, històricament
el límit es va posar aquí; a Bèlgica, seria entre flamencs i
valons; a Itàlia, entre milanesos i napolitans; a França, és entre
francesos i àrabs, encara que les dues paraules no tenen una
definició clara. Això és degut a
una acumulació de raons històriques, totes elles analitzables.
El més terrible és que es tracta d'un fantasma pel que fa a la
identitat dels immigrants a França: se'ls atribueix una
identitat imaginària, com si tinguessin una identitat
algeriana; en realitat, però, tenen una identitat nova: la de
descendents d'immigrants de l'Àfrica del Nord a França, que, en
aquest moment, només existeix a França. Si van a Algèria, no els
consideren algerians.
L'islamisme,
així mateix, no és pas una forma antiga de l'islam que torna; és
una creació contemporània, no té res de tradicional. Les
identitats es construeixen, sempre són construïdes, i per
fundar-les sempre es vol creure que són originals, però són
imaginàries i contemporànies. És important saber qui som, però no
hem d'oblidar que sempre és una utopia, el resultat d'un treball
lligat a les circumstàncies històriques i a l'època. (Págs. 57-58)
No sé
qué imaginan los franceses cuando piensan en sí mismos. Bueno, sí
lo sé, piensan en Asterix, pero deberían recordar que los galos se
extinguieron y que ellos son descendientes de los romanos y los
francos, que eran una tribu germánica. Tampoco sé qué imaginan los
españoles, pero difícilmente hay un lugar por el que hayan pasado
tantos pueblos como la Península Ibérica; ¿en un hidalgo
castellano? Deberían mirarse al espejo y recordar que sus
antepasados eran moros y judíos. ¿En qué piensan los catalanes?
¿En un tipo con barretina bailando sardana? Todos esos estereotipos
tienen una cosa en común: han quedado congelados en un momento del
tiempo, un momento que ahora se considera ideal. La sardana y la
barretina no surgieron de la tierra como lechugas, son el fruto de algo que vino un día de fuera y se encontró con algo que ya había. La mezcla y el cambio son la realidad de todas las culturas.
¿La
Feria de Abril es cultura catalana? No es posible entenderlo mientras
se piense que la Feria de Abril en Sevilla es la misma que la Feria
de Abril en Barcelona. La gente que la celebra aquí es otra gente, y
para ellos es otra cosa, y la convertirán en algo nuevo, algo de
aquí, que un día será, sí, catalán. Y lo mismo vale para el año
nuevo chino o para cocinar falafel. La identidad de los pueblos es
algo que está siempre cambiando, siempre recibiendo influencias,
siempre mezclándolas. Sería un error que la identidad se definiera
por lo diferente, por lo que se cierra y se petrifica.
El
president Puigdemont, en la conferencia en que participó en Copenhague en enero de 2018, en respuesta a la pregunta de la
profesora Wind de si quería crear un país étnicamente puro, dijo
que el 70% de los catalanes tienen uno o los dos padres con raíces
fuera de Catalunya. Deduzco entonces que no cree que exista un ADN
catalán, como sí parece pensar su sucesor, que se erige en defensor
de la exclusividad catalana amenazada de impureza. No existen adeenes
sino cultura, y la cultura, o respira o se muere. Y las identidades
son un flujo que no se puede contener por fronteras, y me temo que
tampoco es fácil identificarlas con banderas. Quiero creer que mi
incerteza cultural aporta algo a la cultura catalana, porque creo en
ella, también es la mía, y al menos, la que yo conozco y disfruto
me hace mejor persona, no me cierra al mundo.
Les memòries perilloses. Seguit de La transferència d'una memòria-Benjamin Stora amb Alexis Jenni. Edicions de 1984, 2018.
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