Newton, el Dios Omnipotente y la Gravitación Universal

 

Una de las lecciones más importantes que enseña la historia de la ciencia es la de que no se trata de una línea recta que va de la ignorancia al conocimiento. En cada época, el conocimiento ha dependido del momento histórico, y el triunfo o fracaso de las ideas científicas también estuvo condicionado por la situación social y política en que surgieron.

 

Newton con su manzanita, a punto de sentir el poder divino



Los debates que durante siglos movilizaron a los pensadores han acabado perdiendo importancia. Quizá ahora cuesta entender la gran división entre mecanicismo y voluntarismo, entre Descartes y Newton. Ambos forman parte de la historia de la ciencia y del pensamiento, y nadie cuestiona la importancia de la teoría de la gravitación universal, o del discurso del método. Pero está más olvidado el papel que Dios tenía en sus ideas, tratándose en ambos casos de hombres muy religiosos. En la sociedad occidental del momento, resultaban irreconciliables el Dios ausente de Descartes y el Dios participante de Newton, y a su alrededor sus respectivas sociedades utilizaban estas ideas para su conveniencia.


 

Newton

La filosofía de Descartes había conseguido desbancar a la física aristotélica que, desde hacía siglos, ya no servía para explicar los fenómenos naturales. Descartes presentaba un sistema sencillo y fácil de comprender, a base de un método que utilizaba ejemplos cotidianos y evidentes para deducir el funcionamiento de aquello que no podía observarse directamente. Su concepción del universo estaba basada en corpúsculos que se movían de la misma manera que los cuerpos de gran tamaño, sometidos a las mismas leyes; su movimiento era similar al de una máquina, y a partir de diversas interacciones (como los engranajes), se iba transmitiendo de un corpúsculo a otro. En este mundo, la idea más importante era la de la conservación del movimiento: Dios puso las partículas en marcha, y a partir de aquí, el movimiento no ha dejado de transmitirse de unas a otras.


 Descartes

La obra de Newton corresponde a una época muy concreta: en plena Restauración, después de la guerra civil y la dictadura puritana, la sociedad inglesa veía con temor la filosofía mecanicista que ganaba seguidores en Francia y Europa: ésta era percibida como una exaltación del materialismo, que abría la puerta al ateísmo y a la destrucción de la moral. Por ello, la alternativa representada por la ideas de Newton fue aceptada como la respuesta moral y correcta, a pesar de que la teoría de la gravitación universal, tal y como fue concebida, presentaba grandes problemas para ser viable.

 

Newton había estudiado a fondo la teoría de Descartes, pero su explicación no le convencía. En su obra, Philosophiæ naturalis principia mathematica (1687), presentaba sus propias ideas, siguiendo el método hipotético-deductivo, y sobre todo, utilizando un lenguaje matemático. En su obra presentaba una teoría extraña, la Ley de la Gravitación Universal, en la que el movimiento se transmitía a distancia mediante algún tipo de fuerza. Esta teoría podía parecer absurda, pero Newton pensaba que debía ser aceptada por los científicos si se demostraba matemáticamente. Era una ley que explicaba todos los movimientos, tanto en la tierra como en el universo (el cómo), pero no podía explicar qué fuerza arrastraba a los cuerpos (el porqué).

 

Este punto débil en su teoría fue el motivo de muchas críticas: lo que estaba proponiendo iba en contra de las corrientes principales de pensamiento, que no podían entender otra manera de transmitir el movimiento que el contacto directo. Esa fuerza desconocida que movía las cosas a distancia parecía más metafísica que física, y evidentemente, era un lugar que podía ocupar Dios. Los británicos estaban entusiasmados con la teoría de Newton, pero en el Continente no fue aceptada. La razón de ese entusiasmo por una teoría extraña tiene que ver con la Inglaterra de la época.

 

El mecanicismo de Descartes provocó un gran escándalo y una reacción en contra, pues proponía un mundo donde la materia se valía por sí misma. Para los sectores religiosos, se trataba de una puerta abierta al ateísmo: si el mundo funcionaba por sí solo, no tenía necesidad de rendir culto a un Creador. Como tal, sería un mundo sin una autoridad que hiciera respetar la ley, y se caería en el anarquismo. La sociedad de la Restauración necesitaba que la autoridad del rey fuera incuestionable, y al mismo tiempo, intentaba equilibrar su poder con el Parlamento. Frente a las múltiples sectas puritanas, necesitaba imponer la hegemonía de la Iglesia Anglicana. El desafío a la autoridad de Dios amenazaba a la autoridad del rey, y a la estabilidad de toda la nación.


Algunos filósofos ingleses interpretaron la participación de Dios en el mundo como un voluntarismo teológico. La omnipotencia divina era su cualidad superior, por lo tanto, el mundo no tenía por qué seguir unas leyes regulares, ya que Él puede cambiarlas cuando quiera. La única manera de conocerlas era por la observación y la experimentación, de ahí el interés de los científicos ingleses por el empirismo. Esta actitud se oponía a la de Descartes y sus seguidores, cuya concepción de Dios era intelectualista. La cualidad superior de Dios era su sabiduría, y con ella había creado, de una vez y para siempre, un universo perfecto con leyes racionales. Lo único necesario para conocerlas era la razón humana y el pensamiento metafísico. El primero es un Dios relojero, que retoca continuamente los engranajes y pone a punto el universo; el segundo es un Dios arquitecto, que diseñó un edificio universal perfecto y se retiró a contemplar su obra.


Los defensores del cristianismo y del voluntarismo teológico utilizaron la Gravitación Universal de Newton como apoyo para su pensamiento. Aunque él nunca se definiera a sí mismo como voluntarista, se mostró siempre complacido de esa interpretación, pues no cabe duda de que estaba muy próxima a su manera de pensar.


Lo cierto es que Newton estuvo toda su vida mucho más interesado en la teología que en cualquier ciencia. De hecho, es posible que él no hubiera separado ambos conceptos, o los hubiera relacionado. La implicación de la presencia divina en su teoría de la gravitación puede resultar algo confusa: aunque otros como Richard Bentley habían relacionado la gravedad directamente con Dios, el propio Newton no lo hizo expresamente. Pero es difícil no ver la identificación de su idea de Dios como autoridad suprema, cuyo poder se deja sentir en todo el universo, con esa fuerza que arrastra los cuerpos. En el famoso Escolio General de los Principia (no en el cuerpo del texto principal, centrado en las explicaciones matemáticas) dedica una larga explicación a esa idea de Dios. Igualmente, Samuel Clarke escribía a Leibniz, de parte de Newton, describiendo un Dios Omnipotente según lo entendían los voluntaristas, es decir, que está presente continuamente, pero no porque el mecanismo necesite reparaciones, sino para ejercer su omnipotencia. Un rey en la tierra que controla la nación, y un rey en el cielo que controla todo el universo.

 

No cabe duda de que Newton era un pensador excepcional, pero la admiración que provocó entre sus conciudadanos no se puede explicar si no se sitúa en su contexto; para todos aquellos que percibían el cartesianismo como un materialismo casi ateo, el pensamiento de Newton les proporcionó un argumento a su medida, aunque no estuviera literalmente en sus teorías científicas. La defensa de un Dios todopoderoso que está siempre presente, y se hace sentir por todo el universo, tranquilizó a los defensores de la autoridad real y eclesiástica. El propio Newton entendió así su teoría de la Gravitación universal, en correspondencia con su Dios Pantocrátor. Aunque la corrección de sus cálculos matemáticos es incuestionable, no sería hasta siglos después que la gravitación sería explicada por causas físicas (y por fin podría entenderse el por qué). Pero que la Ley de la Gravitación no fuera abandonada como un delirio absurdo, sino que los científicos volvieran una y otra vez a ella hasta comprenderla, sólo puede explicarse por el hecho de que una sociedad en un cierto momento, hubiera hecho de ella su símbolo y su bandera, por causas muy alejadas de la ciencia.




El brillante porvenir de la manzanita

OCHOA Rivera, F. (2005). “Newton y el Dios del Dominio: Teología voluntarista ilustrada en los conceptos espacio absoluto, tiempo absoluto y gravitación universal”. Estudios de Filosofía, 31 Febrero de 2005. Universidad de Antioquia, 105-126.

Comentarios

Luis MP ha dicho que…
Tengo muchas dudas sobre la omnipotencia de Dios. Soy bastante maniqueo en esto. Pienso que hay una lucha entre el Bien y el Mal.