Notas sobre medicina medieval - Cadena de lecturas: 2) Hildegarda de Bingen

 


La Trotula tenía que llevarme, claro, a su contemporánea Hildegarda de Bingen, la única otra autora médica medieval de la que han llegado textos. Es un personaje totalmente diferente, mujer superdotada que abarcó todos los campos del saber, amparada bajo el manto de la revelación divina. Aún no había leído sus obras médicas, pero me han resultado muy difíciles de encontrar. Sus escritos se suelen dividir en dos partes, la Physica o propiedades de plantas, animales, piedras, etc., y Cause et cure, sobre enfermedades y su curación. Sólo he podido encontrar el segundo en una edición sin ningún análisis histórico que la comunidad Hildegardiana publicó en su web, aunque también he podido leer el prólogo de Laurence Moulinier a su edición en francés de 2003 (pero no he encontrado el libro).

 


De Hildegarda se tienen dos visiones distorsionadas: la primera, debido a su lenguaje religioso, que explica todos sus textos como revelación; la segunda, una idea moderna de simple monjita imbuida en la medicina tradicional y natural, que se limita a recoger recetas populares y que triunfa mucho en ciertos ambientes new age (en serio, se venden productos de medicina natural con su nombre). Ambas ideas niegan el hecho de la inmensa erudición de Hildegarda, a cuya biblioteca llegaban todos los saberes que circulaban por Europa, incluidos los médicos. Moulinier y otros estudiosos trazan las influencias literarias de Hildegarda, que incorporó todos estos saberes a su propio y característico lenguaje. Aunque sigue las influencias hipocráticas y galénicas, simplifica todo ese aparato, centrándose en el equilibrio de frío y cálido, seco y húmedo. También dedica mucho más texto a una explicación del mundo, su funcionamiento y su sentido, y cómo sus vientos, corrientes, tempestades y climas se reflejan en el cuerpo humano. 

 


Estos tratados de medicina hablan de salud femenina pero también de la masculina, incluso de enfermedades del ganado, y toda clase de consejos (me encanta que recete mirar la hierba verde un rato para mejorar la visión). Sus descripciones anatómicas son muy específicas, así como sus comentarios sobre la reproducción, hecho que escandalizó a los mojigatos historiadores victorianos que redescubrieron su obra en el siglo XIX, y les hizo cuestionar cómo una venerable monja pudo escribirlos. Pero Hildegarda celebra siempre la viriditas, el verdor de la fertilidad, la prosperidad y la vivacidad del mundo. Aunque su idea de la feminidad también es imperfecta e inferior, su visión de la mujer es positiva, así como de las funciones del cuerpo y toda la creación.

 

Catálogo de medicinas de un manuscrito del siglo XV

A pesar de esta obra excepcional, Hildegarda no tuvo el éxito y la posteridad de Trota, por las mismas razones por las que toda su obra fue olvidada durante siglos: su extraño latín, sus términos germánicos difíciles de traducir, el oscurantismo de sus revelaciones, que empañan el contenido de sus textos filosóficos, teológicos o científicos, haciéndolos difíciles de clasificar para el mundo medieval posterior, donde ya no encajaban. Espero poder llegar a conocer sus escritos médicos al completo alguna vez.

 


Como muestra, una receta, que suplico nadie intente practicar:

Del Causae et Curae (traducción de José María Puyol y Pablo Kurt Rettschlag) Para la lepra: Quien se vuelve leproso por culpa de la gula y la ebriedad, recoja estiércol de golondrina y el cuádruple de la hierba que llaman bardana que tiene flores rojizas, y pulverícelo todo; recoja también grasa de cigüeña y un poco más de grasa de buitre y fríala en una sartén y una vez hecho esto, mezcle con esta grasa el mencionado polvo y un poco de azufre, con todo ello componga un ungüento y hágase untar durante un baño de vapor y luego échese en la cama. Y hágalo así cinco días o más. El calor del estiércol de golondrina y el frío de la bardana al templarse con el calor de la grasa de cigüeña y con el frío de la grasa de buitre y el calor del azufre, quita las porquerías de la lepra ya que el estiércol de la golondrina las disuelve, mientras que el polvo del filiantropos las corroe, y la grasa de cigüeña y de buitre con el amargor del azufre las arranca. Y se curará a menos que Dios no quiera que se sane. [Esta receta es un ejemplo de mezcla de hierbas con ingredientes extraños, pero que Hildegarda justifica con sus propiedades frías y calientes; por si acaso no funciona, lo deja a la voluntad de Dios].

Comentarios