“El juego de tablero
más sencillo, difundido y popular, aparcado en el recuerdo de nuestra primera
infancia no es otro que el juego ancestral, el más antiguo conocido y también
el más trascendental, cúmulo de significados. Y la trascendencia de sus arcanos,
relegada al inconsciente colectivo, se comprueba con el hecho de su
perdurabilidad como estampa de un juego cuyas reglas, y a pesar de los avances
tecnológicos, no han variado un ápice en los últimos cuatrocientos años”. (María
José Martínez Vázquez de Parga, El
tablero de la oca. Juego, figuración, símbolo).
El juego de la oca es
un elemental juego de recorrido. No hay límite al número de jugadores que
pueden participar en él, pero no interactúan entre ellos, si acaso compiten por
ver quién llega el primero. Tampoco es un juego de estrategia, y sus avances se
deben completamente al azar de los dados. En el camino de 63 casillas que
conducen al jardín central se pueden encontrar obstáculos y premios que hacen
retroceder, paralizar la marcha o avanzar. El camino se enrosca sobre sí mismo
dibujando una espiral, a veces oval o cuadrada, pero siempre avanzando hacia un
centro.
Muchos estudiosos se
han dado cuenta de que el juego de la oca no es sólo un juego de niños, sino el
último vestigio que nos ha llegado del “juego ancestral” que representa el
camino de la vida de forma simbólica o ritual, siguiendo una espiral
laberíntica (pues las fichas trazan sus propios caminos en ella, retrocediendo
y avanzando, recomenzando). Esta espiral ya se trazaba en las cuevas
prehistóricas, se seguía en las danzas tradicionales, y en cierto momento se
miniaturizó dibujándola sobre un tablero, sobre muchos tableros que dieron
lugar a todos los juegos conocidos.
El de la oca parece ser
que apareció por el siglo XVI o el XVII, y reconstruir su historia es difícil
debido al poco interés que nadie tuvo en escribir sobre algo tan banal como un
juego. Aunque algún autor identifica su simbología como medieval, no me parece
menos estimulante su aparición en la época renacentista, con su enorme pasión
por los emblemas y las metáforas visuales, sus elucubraciones neoplatónicas y
herméticas, sus barrocas reconstrucciones de imágenes clásicas. Los juegos
originales de esa época, transmitidos por la imprenta, se identifican
totalmente con la estética de los emblemas: son esquemáticos, únicamente
reflejan las casillas simbólicas, y por supuesto exhiben sus ocas, como aves
heráldicas. Estoy convencida de que los jugadores que en su época se
enfrentaban a estos tableros tenían la convicción de participar de un ritual
lleno de significado. Aunque no dejaran de divertirse de lo lindo.
Se puede decir que la
oca murió de éxito, pues la mayor divulgación de la imprenta en los siglos
XVIII y XIX, la comercialización, la competencia de los impresores por lanzar
productos atrayentes, el éxito de todo tipo de juegos de mesa, de estampas, de
adivinanzas, no hizo más que popularizar el juego de la oca y sus múltiples
versiones a la moda, y son esos tableros de colorines los que llegaron al siglo
XX y hemos conocido, muy, muy lejos de cualquier contenido simbólico o ritual.
Lo que siempre me llamó
la atención del juego de la oca como símbolo fue precisamente la oca: puestos a
elegir animales simbólicos, no parece que el más presentable sea una especie de
pato grande, que ni siquiera tiene la gracia del cisne. Pero parece ser que la
oca era un animal mitológico en muchas culturas antiguas, sobre todo por su
migración hacia cielos lejanos dibujando formaciones de flechas, lo que las
convertía en vehículos apropiados para el viaje de las almas. Para los detalles
de la mitología de la oca, me remito a bibliografías especializadas, pues
habría mucho que contar. La teoría del origen medieval la relaciona con
mitologías pre-cristianas que asomaban la cabeza a lo largo de la Edad Media y
dejaron su rastro en leyendas sobre personajes fantásticos con pata de oca; con
los templarios y los constructores de iglesias y catedrales; y especialmente
con el camino de Santiago donde aparecen infinidad de topónimos relacionados con
la oca. El por qué la oca presidió este juego renacentista es imposible de
adivinar, si no es que fue la cristalización de toda esa mitología anterior,
que concretamente se extiende por España y Francia. Sin embargo, una tradición
recoge su origen italiano: “Este juego se inventó en Florencia y, como gustó
mucho a Francisco de Médicis, viejo duque de Toscana, lo mandó a su majestad el
rey Felipe II a España” (de Il gioco
degli scacchi, de Pietro Carrera, 1617). Las cortes españolas lo
difundieron por Europa y se convirtió en pasatiempo de los nobles.
Claro que ya antes
existió otro “juego ancestral” elemental, el juego de la serpiente egipcio (mehen, cuyo pictograma es un cántaro)
del que nos han llegado numerosos tableros, que siguen el cuerpo de la serpiente
enroscada hasta llegar al centro donde reposa su cabeza. Aquí la espiral está
llena de significado, porque las espirales se convierten en serpientes.
El círculo, el remolino, la espiral y el laberinto son una serpiente.
Parece ser que es el
más antiguo de los juegos egipcios, y se desconocen sus reglas. Es interesante
la hipótesis que menciona Martínez Vázquez de Parga, según la cual el recorrido
del juego de la serpiente se simplificó para dar origen al senet, en el cual el camino serpentea formando una Z, siguiendo
tres hileras de diez casillas cada una, entrando en el extremo superior
izquierdo y saliendo por el inferior derecho. Los difuntos debían jugar una
partida en un momento de su camino al más allá, para decidir su destino. Aparecen
en muchas ilustraciones, dentro de un recinto llamado la Sala de las Dos
Verdades, con un tablero ante ellos. No se suele reflejar contra quién juegan. Pero
es evidente que el recorrido del juego simbolizaba el recorrido de su alma, por
la vida y también por la muerte, hasta alcanzar una meta, un paraíso, un
renacimiento. Esto no significa que la oca sea descendiente de este juego, pues
parece que acabó siendo olvidado, pero su diseño y su significado son tan
elementales que no es raro que haya ido reapareciendo en la historia.
También se suele
mencionar el disco de Festos, misterioso objeto circular hallado en Creta, que
presenta símbolos o escritura ordenada siguiendo una espiral, dividida en
segmentos, por las dos caras. Las imágenes fueron impresas mediante sellos, lo
cual parecería indicar que este tipo de escritura podría ser una actividad
habitual, pero no se ha podido relacionar con la cultura minoica, ni se ha
encontrado ningún objeto semejante. No ha faltado quien ve en el disco de
Festos un tablero de juego, pero sería un caso único del que no se ha hallado
jamás ninguna mención. ¿Otro rastro del “juego ancestral”?
"No entra quien quiere
en el Jardín de la Oca, muchos impedimentos le molestan fuertemente. Quien
queda en la cárcel, quien se ahoga en el pozo. Feliz el que a punto de entrar,
no encuentra la muerte". (Cuarteto de oca de cerámica estilo pompeyano, citado
por Henri René d’Allemagne)
El tablero de la oca
está grabado en nuestro inconsciente colectivo (sobre todo si lo conocimos
cuando apenas despertaba nuestra conciencia): el puente que salva obstáculos:
la posada donde se cae en el ocio y casi se olvida el viaje; los dados que
mágicamente deciden el destino, bueno o malo; el terrible pozo o agujero oscuro
del que quizá no se puede volver a salir; el laberinto, pero qué poético que el
tablero de la oca incluya un laberinto, que no es más que el propio juego
dentro del juego, salir del laberinto interior permite seguir en el exterior;
la cárcel que nos atrapa; y la siniestra calavera que no significa el fin sino
el principio. Como las vidas, cada partida es diferente, pero gracias a la
magia del juego pueden repetirse infinitamente siguiendo la espiral hacia el
centro, hacia el exterior, otra vez hacia el centro… Y nadie pierde, todos
llegan, pero llegar no es lo que cuenta, ya lo sabemos. Lo importante es jugar.
-El tablero de la oca.
Juego, figuración, símbolo, de María José Martínez Vázquez de Parga. 451
Editores, 2008.
-Para saber todo lo que
yo no he dicho, blog de la ilustradora Patricia Rodríguez Muñoz, El Camino dela Oca, creadora de este artístico tablero:
Gracias a ella conocí y pude
conseguir el libro de Rafael Alarcón “A la sombra de los templarios”, cuyo
capítulo segundo analiza el juego de la oca desde un punto de vista mágico y
esotérico. Todos estos análisis finalmente me sobrepasan, no necesito más
explicaciones porque para mí los juegos estimulan mi parte irracional y
atávica, y cualquier cosa que los haga más mágicos me ilusiona como a una niña pequeña.
Mi entrada copiada en otra página web:
http://www.cambioplanetario.com/t6723-el-juego-de-la-oca
Mi entrada copiada en otra página web:
http://www.cambioplanetario.com/t6723-el-juego-de-la-oca
Comentarios
No he pogut mai pensar al joc de la oca sense sentir un petit calfred: els dibuixos, com uns conceptes elementals (la mort, el pont, la presó... la oca, els "Contes de la Mare Oca", la pota de la oca: é com una 'runa', no trobes?), el recorregut, com un intestí mandròs que es dobla una i una altra vegada sobre si mateix, digerint en l'obscuridad tota tirada de daus, tot el que puguis fer...
Més dispositius pel control del caos? Els tarots? Se n'hauria de parlar una estona... I l'I King? Encara més sofisticat, amb els comentaris, i els comentaris als comentaris... I la xarranca?
http://lamanoblancadelaluna.blogspot.com.es/2008/08/tres-pginas.html
(“El camino es fatal como la flecha”…oh)
Respecto a la pata de oca, lo puedes ver por ti mismo en el blog de Patricia:
http://patadeoca.blogspot.com.es/2007/01/la-runa-de-la-vida.html
Y respecto a la xerranca, conocida en mi infancia como charranca, y como rayuela según Cortázar, es efectivamente un antecedente o una prima hermana de la oca, aunque nunca ha pasado al tablero.
Si la tirada de dados puede ser un instrumento de adivinación o de propiciación (todos los juegos lo han sido), es que no sólo imita la vida, sino que participa en ella. El juego crea una “situación mental” en la que, una vez se entra, se ponen en marcha mecanismos que afectan a todo nuestro ser. El juego es pura actividad simbólica, por eso es un gran medio para adentrase en el alma humana.
h.
Un abrazo, buena entrada.
Tula de fractales.
Jeremy Narby, "la serpiente cósmica"...
Tula
Por lo que me he informado del libro de Narby, parece que descubrió que la serpiente está en todas partes… Yo ya lo sabía, por este blog sacan la cabeza muchas espirales, laberintos, y finalmente, todos lo son, serpientes. Uroboros, anfisbenas y dragones se me aparecen por todas partes. Quizá debería dedicarle otra entrada a las serpientes y a mi relación con ellas, pero no sería fácil de explicar.
Me alegra que te haya gustado la entrada, gracias por pasarte por aquí,
h.
Gràcies mil.